domingo, 29 de noviembre de 2009

Acunando

El latido del pequeño corazón, hizo que se extremeciera; ella siempre tan dura. Fría. Su bello se erizó irremediablemente. Por un instante, todo se paró. En el fondo, no era nada más que un mínusculo amasijo de pelo revuelto y grandes ojos azules. Su respiración se hizo profunda y con cuidado, su índice repasó la frente del niño. Aquella fragilidad, le creaba un ansia y una paz infinitas. La idea de dejarlo le tentó, pero su mano no pudo más que deslizarse hacia la del pequeño. El agarre fue fuerte, casi con la seguridad de un ancla que se amarra al fondo del mar. Fue suficiente, se entendieron y él siguió sientiéndose querido entre sus brazos.

Ni los mejores momentos se pueden comprar, ni los peores vender. Simplemente : sonríe, hoy es un gran día.